De la retórica del milenio y sus avatares

CMXCIX.

sábado, 2 de enero de 2010

Entre Héroes y Conejos. Apuntes sobre la escopofilia sadiana en la niñez.




Sin duda una de las más grandes preocupaciones de nuestros días es el imaginario violento en el cual los niños del siglo XXI se desarrollan. Es cosa de mirar más de 4 minutos el televisor, el video del celular o las páginas web en que nuestros hijos divagan. El ejercicio es nutritivo a más no poder. Se vuelve un lugar común de denuncia la trillada situación del exceso de violencia en los programas y videos infantiles, pero ¿enserio existe en ellos mayor violencia que en aquellos de los años mozos de nuestros padres y quizá abuelos? Hace poco miraba las caricaturas de Cartoon Network con mi hijo y su abuela, sucedida una escena donde el villano de las Chicas Súper Poderosas, Mojojo, era masacrado en espectacular gancho al hígado por la implacable Bellota, mi madre aposto una radical sentencia “los programas que yo veía de niña sí estaban bonitos”. Llevado por la intriga propia de un laboratorio pavloviano, cambie de canal al Cinco XHGC, donde, como es costumbre desde hace años, repiten los episodios de los antiquísimos Tom y Jerry. La cosa cambió en el seño fruncido de mi madre y realizo una observación sobre el acabado de las formas y la pretensión de ternura del ratón y gato. Aunque mi hijo reprochó el cambio se detuvo a admirar la acción, no tardó ni cinco minutos en disfrutar del sentido del humor derivado del sadismo escopofílico de mirar como un ratón hiere sin sentido al pobre gato. Este trance me sirvió para reparar en el choque generacional sobre la representación de la violencia en los programas infantiles.

Por lo menos, la generación de jóvenes (y no tanto) que crecimos viendo al Correcaminos tenemos los elementos psicoanalíticos para diagnosticar los usos de la violencia sobre las cuales formamos nuestro sentido del humor. ¿Acaso el buen conejo Bugs no fue revelando una estructura cómica de la agresión tal como los Tres Chiflados y hasta Chaplin la descubrieron? Ante los ojos vemos en la historia de los dibujos animados cómo la adopción de fórmulas del garrote y la huida se fueron sedimentando quizá con mayor poder en las mentes infantiles que las épicas de Superman o Spiderman tan tardías en este mercado televisivo. Mientras el género de los Súper Héroes se estancó en la industria de la historieta, las aventuras de los animales que se golpeaban unos a otros por el simple hecho de desatar la carcajada sádica conquistaron el imaginario infantil. En una palabra, el campo de incidencia del grupo de bienhechores se petrificó en la solemnidad de los soldados de guerra que planean defender al mundo de locos fascistas o científicos degenerados, en esto no existe nada de chiste, por otro lado, en un abierto panorama de recreo las fantasías animadas de ayer y hoy se postraron en cada uno de los momentos chuscos del ocio familiar. Acá existen varias situaciones a discutir, sin embargo lo que me interesa destacar es la conducta fomentada a partir de la composición cómica de las series, por el simple motivo de saber dónde se localiza el principal factor de estimulo a la violencia y cuál es su rasgo más común.


Si seguimos a Ortega y Gasset en su filosofía de la historia podemos distinguir el proceso de sedimentación del imaginario violento mediante generaciones. Quienes crecieron alrededor de las series cómicas de los Looney Tones podrán hacer el ejercicio de mirar lo que ven las nuevas generaciones y tratar de comprender el uso que la violencia tiene en estas historias. En contraste con lo representado antaño hoy la agresión, en la mayoría de los casos, contiene una finalidad precisa cada vez menos banal: salvar al mundo. Mientras Bugs y compañía se maltratan con el vacio fin de lastimarse de la forma más risible, la épica de las series actuales crece sobre la encomienda de salvar a todos de un gran mal y divertirse mientras lo hacen. No es este el lugar para localizar el incentivo pulsional del regreso de los héroes al género infantil pero si cabe apuntar que la retórica de propaganda de la invasión a Medio Oriente jugó en esto un factor sustancial. Reprobable siempre, el abuso de la agresión en las zagas de súper héroes es la materia prima de la denuncia adulta sobre los que ven los niños. Pero quiénes somos los padres para juzgar la masacre al malandrín si hemos sido formados en la escopofilia sadiana del maltrato al otro. Por supuesto que debemos de ser selectivos con lo que consumen nuestros niños pero quizá debamos también reparar en las consecuencias del beneplácito del recreo violento de tortura entre un ratón y un gato, un conejo y su cazador o un correcaminos y un coyote. Todos tenemos cola que nos pisen.


La efectividad de uno y otro sistema de la representación del maltrato tienen un interesante registro de incidencia. Haciendo cálculos y cayendo en el absolutismo de la responsabilidad televisiva, la risa por el golpe puede observarse coronada en el tumulto de videos de You Tube donde inocentes son víctimas de sujetos que masacran a golpes solo para subir el video a la red. Estos jóvenes, disparatados, son seres extraviados en el humor negro de recreación de las secuencias cómicas de los Looney Tones. No se puede evitar señalar la tensión ocasionada entre sus mentes extraviadas y las figuraciones sádicas de la comicidad de la agresión inventadas por los gringos como estrategia de recreo. No es esto una disculpa, todo lo contrario el ejercicio de localización de un mecanismo reflejo de condicionamiento de una generación al porrazo y la carcajada es justo para la evaluación de los criterios estéticos con los que juzgamos lo atractivo o repulsivo de un evento, serie o acto transmitido en televisión, cine o internet. Golpear a un Emo tiene, obvio, una carga discriminativa indiscutible, pero además contiene un impulso derivado del sadismo cómico con que estas generaciones fueron condicionadas por los discursos visuales durante su niñez. Más allá de lo bueno y lo malo, desgraciadamente, la sencillez de las tramas cómicas de la risa por la agresión fue estableciendo asociaciones extrañas entre golpear, mirar y reír. Por ello la necesidad de estos agresores de grabar sus ataques y subirlos a la red.

En fin, para nuestros males y siguiendo al pionero psicoanalista en México, Santiago Ramírez, los eventos de la niñez nunca abandonan el estado psíquico en el adulto “infancia es destino”. El factor de condicionamiento a la risa por estrategias de agresión es algo que acompañará a toda la generación que crecimos en la escopofilia de la violencia Looneytoniana. La pregunta es ahora ¿de qué manera conformará la violencia épica de salvar al mundo mediante la agresión la mente de las nuevas generaciones? Mientras lo descubrimos no estaría mal acompañar a nuestros niños a mirar la televisión y detenernos a pensar porque tal o cual cosa les causa tanta risa.

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