De la retórica del milenio y sus avatares

CMXCIX.

martes, 18 de mayo de 2010

De las tablas viejas y nuevas Friedrich Nietzsche

Cuando fui a los hombres los encontré sentados sobre una vieja presunción: todos presumían saber desde hacía ya mucho tiempo qué es lo bueno y lo malvado para el hombre.

Una cosa vieja y cansada les parecía a ellos todo hablar acerca de la virtud; y quien quería dormir bien hablaba todavía, antes de irse a dormir, acerca del «bien» y del «mal».

Esta somnolencia la sobresalté yo cuando enseñé: lo que es bueno y lo que es malvado, eso no lo sabe todavía nadie: - ¡excepto el creador!

- Mas éste es el que crea la meta del hombre y el que da a la tierra su sentido y su futuro: sólo éste crea el hecho de que algo sea bueno y malvado.

Y los mandé derribar sus viejas cátedras y todos los lugares en que aquella vieja presunción se había asentado; los mandé reírse de sus grandes maestros de virtud y de sus santos y poetas y redentores del mundo.

De sus sombríos sabios los mandé reírse, y de todo el que alguna vez se hubiera posado, para hacer advertencias, sobre el árbol de la vida como un negro espantajo.

Me coloqué al lado de su gran calle de los sepulcros e incluso junto a la carroña y los buitres - y me reí de todo su pasado y de su mustio y arruinado esplendor.

En verdad, semejante a los predicadores penitenciales y a los necios grité yo pidiendo cólera y justicia sobre todas sus cosas grandes y pequeñas, - ¡es tan pequeño incluso lo mejor de ellos!, ¡es tan pequeño incluso lo peor de ellos! - así me reía.

Así gritaba y se reía en mí mi sabio anhelo, el cual ha nacido en las montañas y es ¡en verdad! una sabiduría salvaje - mi gran anhelo de ruidoso vuelo.

Y a menudo en medio de la risa ese anhelo me arrastraba lejos y hacia arriba y hacia fuera: yo volaba, estremeciéndome ciertamente de espanto, como una flecha, a través de un éxtasis embriagado de sol:

- hacia futuros remotos, que ningún sueño había visto aún, hacia sures más ardientes que los que los artistas soñaron jamás: hacia allí donde los dioses, al bailar, se avergüenzan de todos sus vestidos: -

-yo hablo, en efecto, en parábolas, e, igual que los poetas, cojeo y balbuceo; ¡y en verdad, me avergüenzo de tener que ser todavía poeta! -

Hacía allí donde todo devenir me pareció un baile de dioses y una petulancia de dioses, y el mundo, algo suelto y travieso y que huye a cobijarse en sí mismo: -

- como un eterno huir-de-sí-mismos y volver-a-buscarse-a-sí-mismos de muchos dioses, como el bienaventurado contradecirse, oírse de nuevo, relacionarse de nuevo de muchos dioses: -

hacia allí donde todo tiempo me pareció una bienaventurada burla de los instantes, donde la necesidad era la libertad misma, que jugaba bienaventuradamente con el aguijón de la libertad: -

donde también yo volví a encontrar mi antiguo demonio y archienemigo, el espíritu de la gravedad y todo lo que él ha creado: coacción, ley, necesidad y consecuencia y finalidad y voluntad y bien y mal: -

¿pues no tiene que haber cosas sobre las cuales y más allá de las cuales se pueda bailar? ¿No tiene que haber, para que existan los ligeros, los más ligeros de todos- topos y pesados enanos?


Allí fue también donde yo recogí del camino la palabra «superhombre», y que el hombre es algo que tiene que ser superado,

- que el hombre es un puente y no una meta: llamándose bienaventurado a sí mismo a causa de su mediodía y de su atardecer, como camino hacia nuevas auroras:

la palabra de Zaratustra acerca del gran mediodía, y todo lo demás que yo he suspendido sobre los hombres, como segundas auroras purpúreas.

En verdad, también les he hecho ver nuevas estrellas junto con nuevas noches; y sobre las nubes y el día y la noche extendí yo además la risa como una tienda multicolor.

Les he enseñado todos mis pensamientos y deseos: pensar y reunir en unidad lo que en el hombre es fragmento y enigma y horrendo azar,

- como poeta, adivinador de enigmas y redentor del azar les he enseñado a trabajar creadoramente en el porvenir y a redimir creadoramente todo lo que fue.

A redimir lo pasado en el hombre y a transformar mediante su creación todo «fue», hasta que la voluntad diga: «¡Mas así lo quise yo! Así lo querré» -

-esto es lo que yo llamé redención para ellos. Únicamente a esto les enseñé a llamar redención. -

Ahora aguardo mi redención, -el ir a ellos por última vez.

Pues todavía una vez quiero ir a los hombres: ¡entre ellos quiero hundirme en mi ocaso, al morir quiero darles el más rico de mis dones!

Del sol he aprendido esto, cuando se hunde él, el inmensamente rico: entonces es cuando derrama oro sobre el mar, sacándolo de riquezas inagotables,

¡de tal manera que hasta el más pobre de los pescadores rema con remos de oro! Esto fue, en efecto, lo que yo vi en otro tiempo, y no me sacié de llorar contemplándolo.

Igual que el sol quiere también Zaratustra hundirse en su ocaso: mas ahora está sentado aquí y aguarda, teniendo a su alrededor viejas tablas rotas, y también tablas nuevas, - a medio escribir.

lunes, 17 de mayo de 2010

Laptop Zaratustra: una red de inteligencia y burla.




Para la Mtra. De la Rosa.


Friedrich Nietzsche escribía en el más entrañable de sus libros:

¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella. ¡Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo.

¡Mirad! Yo os muestro el último hombre.

‘¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?’ -así pregunta el último hombre, y parpadea.

La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive.

‘Nosotros hemos inventado la felicidad’ -dicen los últimos hombres, y parpadean.

Han abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La gente ama incluso al vecino, y se restriega contra él: pues necesita calor.

Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente camina con cuidado. ¡Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con hombres!

Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable.

La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el entretenimiento no canse.

La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas.

¡Ningún pastor y un solo rebaño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.

‘En otro tiempo todo el mundo desvariaba’ -dicen los más sutiles, y parpadean.

Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de burlarse. La gente continúa discutiendo, mas pronto se reconcilia -de lo contrario, ello estropea el estómago.

La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud.

‘Nosotros hemos inventado la felicidad" -dicen los últimos hombres, y parpadean’.

Habrán pasado más de cien años desde que el filósofo alemán hiciera hablar a Zaratustra y nosotros, los últimos hombres, en efecto, lo sabemos todo.


Un ejemplo. El viernes por la noche un viejo político mexicano desapareció a las afueras de su propiedad. El sábado por la mañana sus familiares cayeron en cuentas sobre el hecho; a las siete de la noche el país entero de conmovía, lamentaba o fantaseaba sobre el caso. Ha sido el flujo de información vía internet la que mantiene al borde de los foros sociales y de discusión el tema sobre el plagio y supuesto deceso de Don Diego Fernández de Cevallos. En menos de 24 horas, las palabras corrieron y las noticias se fueron creando su realidad hasta lograr la idea de que sabíamos lo que pasaba, aun sin estar seguros de los detalles del asunto. Lo que prueba este ejercicio no es más que la forma en cómo hoy en día vivimos el fenómeno de la comunicación, lo indispensable de la web en nuestros propios paradigmas sobre el saber y sus relaciones con lo real. Qué importante se vuelven, bajo este ejemplo, los mecanismos ante los cuales un hecho es desmenuzado por la comunidad que lo describe cuando reparamos en las hipótesis que por horas rondaron el evento en La Cabaña de Querétaro. Hoy parece un buen pretexto para la reflexión sobre este tipo de asuntos pues se celebra en México el Día Internacional del Internet.

Revisemos si es que nuestro saber sobre lo cotidiano no se encuentra en íntima concupiscencia con nuestra fetichización de la entelequia denominada WEB. Es el internet un filtro de conocimientos superficiales que esquematiza nuestras percepciones sobre los hechos y da la oportunidad de compartirlos al momento. Claro, la historia siempre ha pasado por el encauzamiento de los cronistas, la diferencia con nuestras crónicas es la velocidad y la masificación. La red acelera los procesos del relato histórico anclando las narraciones periodísticas al torrente de la crítica en cosa de horas. El registro de cualquier cosa que pasa por los ojos y oídos de un internauta es confrontado por una comunidad que de manera refleja se hace responsable de darle sentido para la actualidad. Y el historiador pronto, mucho más pronto que en épocas anteriores, tendrá delante un hervidero de fuentes para rendir cuentas de las implicaciones temporales y materiales del hecho para la conciencia histórica de un pueblo. Nuestra capacidad de medir el tiempo entre un acto y su narratividad, escrita o fotografiada, se quiebra cada vez que un suceso de trascendencia social flota en las aguas del internet. Eso ha cambiado la “conciencia epocal” que advertía Hegel en palabras de Heidegger. La multivocidad de fuentes testigos de “lo real” nos ha vuelto seres fragmento, transformando al análisis en credulidad y a la crítica en escepticismo radical. Vaya costo por nuestro omnipresente saber.

Nuestra generación vive en un mundo alterno. A causa del loco crecimiento del internet un sujeto sabe lo que sucede en Pekín habitando físicamente en Tepito y teniendo amoríos virtuales con mancebos en Paris. Quien cuenta con acceso a la red en casa modifica sus hábitos más elementales. Duerme menos porque está en un circuito vital sin horarios, pues el planeta no cesa nunca de generar experiencias en ninguna parte de su geografía. Así, se deja al margen el trato físico con los demás y mejor se espera poder hacer contacto digital con amigos y enemigos, conocidos materialmente o no, en un foro de chat, en facebook o twitter. Quizá porque existir en una red social, para muchos, es dar vida a un personaje ficcional mejorado por las cualidades “virtuales” del ente multimedia que jamás será alcanzado por las carencias y defectos aparentes de su avatar de carne y hueso. De tal forma, las lecturas que especulan sobre la condena platónica del cuerpo ahora se dan de topes con una modalidad extravagante del alma virtual que permanece cuasi inmutable en el cibercosmos.


Internet no sólo conecta al mundo, lo hace suyo y levanta sobre sus referentes una urbe similar pero distinta. Hace diez años podíamos mejorar las condiciones de trabajo y la vida diaria con la red, hoy esa vida ya se mueve casi por completo en las entrañas de la fibra óptica. Por supuesto, la creación de esta tierra virtual tiene como consecuencia una especie de discriminación del mundo material. Las clases sociales con escaso acceso a la red padecen ese rezago y se mantiene al margen de la cibercarrera, como si no pudieran hablar la lengua que ha sido capaz de “amarrar a las naciones” bajo un mismo eje ficcional. Sin embargo, esto es sólo un espejismo: esa distancia mantiene un orden temporal distinto en estas comunidades ajenas a la web. Quizá los libera de prácticas esquizofrénicas que tienden a mutilar las conductas cotidianas salvando algo de la vida común que se basa, todavía, en el trato personal, presencial de los sujetos. La añeja dicotomía entre moderno y rural, así, se redefine y hace permanecer la lógica que cuenta la vida cotidiana para unos y otros.

En efecto, sabemos mucho y nos burlamos bastante, tal como los últimos hombres decadentes del Zaratustra. Nuestro conocimiento es superfluo y general. Tan inmediato que no responde a ningún interés concreto, sólo a la apreciación distante, curiosa, maliciosa. El internet promueve el aspecto lúdico del saber y fragmenta por eso nuestra concentración en una experiencia múltiple que atrapa cuantas ventanas se puedan abrir frente al ojo. La atención se reparte en nuestro trabajo, el chat, la bandeja de correos, las descargas de música o video, etc. Todo aparece delante dominado por un tecleo obseso. Igual, el buscador se vuelve extensión de la sinapsis y el cursor un dedo protético que usurpa las funciones de la mano. En fin, aquello del cuerpo sin órganos ahora se vuelve una realidad sin fugas para nuestro cuerpo, que obtiene de la computadora y sus dispositivos una potenciación de sus miembros; o un crudo reparar en las dependencias. La risa, como advertía Nietzsche, es simplona. Reímos porque juzgamos apoyados en datos que obtenemos en fracciones de segundo, de ahí lo estéril de la sonrisa.

El espacio de la red muta en la vida cotidiana, tal como hace más de un siglo Baudelaire pensaba sobre la funciones del artista en la vida moderna: hay en la vida trivial, en la metamorfosis cotidiana de las cosas exteriores, un movimiento rápido que impone al artista la misma velocidad de ejecución. Misma velocidad que exige al mundo de la web su carácter de reflejo de la conciencia pública del cosmopolitismo posmoderno. Tal vez este sea el epilogo perfecto para nuestra adicción a la inteligencia y burla como últimos hombres del mañana.

domingo, 9 de mayo de 2010

El trance cannábico de todos los días. ¿Represión o vacuna de los apetitos?





Ayer se llevó a cabo en varias ciudades del mundo la Marcha Mundial de la Marihuana. En este contexto uno de los presidentes de la Federación Mundial de Asociaciones Cannábicas, Martín Barriuso, declaró que espera que la Marcha Mundial de la Marihuana del próximo sábado sirva para "normalizar el uso de esta sustancia" mediante su propuesta de crear clubes sociales de fumadores de marihuana, dentro de un marco legal de cultivo y consumo que "no precisa denunciar los trazados de la ONU ni modificar el Código Penal". Según él, el autoconsumo sabotearía el narcomenudeo y permitiría tener vigilados a los consumidores en espacios restringidos a la exploración lúdica de los alucinógenos. Bajo este enfoque, Barriuso perfiló a las manifestaciones internacionales de este sábado como un impulso "para que los políticos cambien su respuesta de contestador automático" y "admitan el fracaso de las políticas de drogas".


Sin duda es de destacar la demanda de los cannabisfílicos para nuestra experiencia de la lucha antinarco. En nada sorprendería que, la propuesta de este político español, se permeara a distintas ligas internacionales de promoción de la legalización de la marihuana como un dispositivo de reconocimiento social del consumo. Creando estos clubes de tolerancia y autoconsumo sin duda se abriría un paradigma distinto que haría lo propio para desmantelar el dogmático referente del drogo criminal que tan tradicionalmente se sedimenta en nuestro país. Claro, no es que en nuestra sociedad actualmente no existan comunidades de autogestión que promuevan el libre consumo y exploración de psicotrópicos.


Basta con dar un recorrido por recovecos urbanos y apreciar el tufo para comprobar la existencia de hermandades alrededor de la mentada plantita. Más bien, el apunte sobre los clubes de autoconsumo aprovecha la coyuntura en la que aparecen las propuestas de legalización que rondan los debates sobre el fracaso y costos de la campaña militar antinarcotráfico y los recientes eventos en el norte del país donde se ha criminalizado la figura del consumidor al grado de, en primera instancia, justificar la muerte de jóvenes estudiantes víctimas del enfrentamiento entre militares y narcos. Poner de frente al discurso oficial la nota de que en el marco de protestas internacionales se abandera la descriminalización del consumo enfatiza lo que ya todos sabemos: el conservadurismo no sólo legislativo sino moral que priva en la retórica con que se hace referencia a las drogas en México. Por años se ha confinado a la represión y prohibición el uso de las drogas en nuestra sociedad, lamentando su consumo como ningún otro vicio típico e igualmente mortal en nuestra sociedad. El ridículo es pensar en que la salida a los problemas del abuso de un medio de recreación alucinógena o estímulo psicotrópico se fundamente en su prohibición legal. La evidencia directa es el abuso del alcohol que nuestra sociedad presenta. No se prohíbe su consumo ni se criminaliza al vendedor de producto, mucho menos al portador de la sustancia en el torrente sanguíneo. De tal manera el paradigma aquí es diferente aunque los problemas sociales que se le imputen sean similares a los de la drogadicción; Si el punto es que “la droga no llegue a tus hijos” porque se tolera que cada vez más niños de primaria y secundaria se acercan al alcoholismo y se vuelvan adictos. Seguir por esta línea argumentativa igualmente nos llevaría a pensar en el probado abuso de la comida chatarra que niños y jóvenes presentan en los registros sobre la alarmante obesidad infantil. A través de los medios masivos de propaganda se atacan y excitan los apetitos infantiles, las autoridades escolares lo fomentan incentivando el mercado y la gula de inmediato hace presas a los menores perjudicando su salud y llevándolos a manifestaciones precoces de enfermedades crónico degenerativas que seguro los condenarán a una muerte prematura. Y en este caso no existen campañas oficiales, posturas firmes de legislación sobre el asunto, ni retóricas heroicas que luchen con este mal que atenta con la salud de todos los mexicanos.

Efectivamente, existen varios tipos de apetitos irrefrenables que condenan a nuestras sociedades a una mala calidad de vida. El generador de esos placeres parece ser el móvil que lleva a uno u otro vicio y a la vez el que preocupa a distribuidores de productos satisfactorios y autoridades que pretenden regular su consumo. Cada uno a su manera implica grandes costos económicos en el mercado pero son pocos los que parecen contener la relevancia político moral que una campaña de lucha antivicio despierta. Por ello hallar un contenedor de estímulos parecería poner fin no solo a una lucha concreta sino a un grupo de ellas, eso a pesar de la retórica que la envuelva.

En este sentido el otro hecho a destacar en nuestra coyuntura semanal sobre la mota son las nuevas declaraciones sobre la esperada vacuna. El director de Farmacología del Instituto Nacional sobre la Drogadicción de Estados Unidos (NIDA), Iván Montoya, ha revelado la semana pasada que en dos o tres años estarán disponibles las vacunas para evitar la adicción a la nicotina y la cocaína.


Según lo descrito, la vacuna consiste en la combinación de una molécula detoxificada con una molécula de sustancia adictiva, provocando la reacción de anticuerpos que inmunizan al organismo de los estímulos recibidos por la nicotina, cocaína y anfetaminas. Esto es, cuando un sujeto vacunado ingiere la sustancia adictiva, los anticuerpos detectan la presencia del estimulante y se fijan a ella. Así, según Montoya, los conjugados que contienen la droga más los anticuerpos crean un compuesto demasiado grande como para pasar la barrera hematoencefálica, (una estructura que impide a muchas moléculas peligrosas el acceso al cerebro) y, de esta forma, sin la molécula en el encéfalo, el usuario no recibe la recompensa habitual de su droga. Por ello justo lo relevante de la nota consiste en reparar sobre el intento de nulificar la obtención de placer en el consumo de drogas al interior del marco de las discusiones sobre el hedonismo posmoderno de nuestros días.

En efecto, este parece ser un camino seguro hacia el anhelado control de los vicios de los jóvenes. Sin embargo resulta el último escalón para la domesticación de los instintos y la salida fácil al problema sobre el reconocimiento de un cambio ético hacia nuevas normas para nuevas sociedades. Al final del día ambos hechos, la idea de los clubes de autoconsumo y la vacuna antiadicción, son vías que abren panorámicas opuestas: comenzar con el difícil reconocimiento sobre diferentes prácticas sociales o huir de las responsabilidades mediante otro vehículo de represión.