A raíz de la expedición de la Ley de Maternidad Subrogada del Distrito Federal se ha desatado una polémica sobre los conceptos más elementales de la procreación, gestación y maternidad. Los medios de comunicación, las redes sociales y las mesas de café se conmovieron al debate con los ánimos de ubicar las problemáticas. La cosa se puso todavía más compleja cuando el PRD presentó a la comisión permanente del Congreso la propuesta de una Ley Federal muy similar a la chilanga. Voces de todos los frentes han reflejado su postura, desde los que piensan que ésta es una ley que sólo normatiza una práctica ya común, regulada por la ética e intereses de cada persona, hasta los que condenan al infierno la abominación de una madre que sólo es para alquilar su cuerpo.
Las aristas del problema son muchas. En efecto se pueden encontrar posicionamientos desde la filosofía o la religión para examinar las nociones que soportan el fenómeno de la mentada maternidad subrogada. Bajo esta lupa las cuestiones más relevantes son las que refieren a la transitoriedad del lazo materno, la capacidad de negociación sobre el cuerpo del sujeto y las secuelas de su reconocimiento jurídico. No se trata de enjuiciar si una mujer está en las posibilidades ético-jurídicas de “rentar su vientre” para gestar un hijo producto de una pareja incapaz de procrear por sí misma. El verdadero ejercicio crítico está en desmenuzar los paradigmas que soportan la invención de la entidad lingüística de “maternidad subrogada”. Tal cosa no existe. La maternidad no se alquila, de ahí lo complicado del caso. Nadie puede funcionar como receptáculo de un crío y permanecer insensible al desarrollo gestacional. La decisión de quien apoya a una pareja en esto no es remplazar a la madre sino trabajar en conjunto con los padres para llegar plenos al momento del desprendimiento durante el parto. Se trata de una asistencia, extrema, más no un remplazo subrogado. No debería de pensarse económicamente, aunque en todos lo casos lo implique, porque no se trata de un servicio sino de un acto humanitario. Ahora, si el estado se comienza a preocupar por regularlo es por dos cosas; uno, es parte de las prácticas comerciales de nuestra vida cotidiana; y dos, es también una manera de cooperar con la función milenaria del estado de velar por la reproducción sana de los ciudadanos. De ahí que esta ley sea sólo el principio de la construcción de una plataforma que intente adecuar normas para el reconocimiento de la familia futura; una donde se vislumbra a los matrimonios gay, a los padres solteros (como en el caso de Ronaldo o Matin) y a otras formas de convivencia optando por una “subrogación de maternidad”.
Es verdad que el estado llega tarde a estos tópicos y que en la práctica se han sedimentado ya pero la polémica que han generado es evidencia de la capacidad del imaginario colectivo para asimilar formas alternativas de maternidad. Sobre ello cabe apuntar cómo se ficcionalizan las estructuras tradicionales y sus incidencias en la moral. Según las investigaciones de Paul Ricoeur sobre las repercusiones de la literatura en nuestras expectativas sobre la vida cotidiana, las ficciones que consume una sociedad conforman una red de significados que permiten descifrar la realidad y nuestras aspiraciones sobre ella. Lo que es lo mismo, la sorpresa, la revelación de algo como extraño ante una comunidad es sólo aquello que la ficción no ha podido procesar en sus narrativas como parte de una cosa “cotidiana”. ¿Qué dice la ficción mexicana sobre la reproducción asistida y sus consecuencias para la sociedad? Sin duda es parte de los referentes literarios o cinemáticos sobre el futuro.
Prestar un cuerpo en aras de la reproducción saludable del pueblo no parecería cosa ajena al imaginario colectivo. Al menos no en lo que toca al entrecruce entre ciencia ficción y las distopías sobre el futuro. Hemos sido testigos de filmes hollywoodienses dónde se habla del tema. Hemos leído buenas y pésimas novelas extranjeras que plantean alternativas de procreación y gestación humanas. Sin embargo, hay un extraordinario paradigma de la subrogación de vientres de un hito de la ficción mexicana: Eugenia. Ensayo novelesco de costumbres futuras. Se trata de la que se considera la primera novela de ciencia ficción mexicana escrita por el médico Eduardo Urzaiz. En este breve relato, Urzaiz describe el futuro donde las ciencias aplicadas al desarrollo del mejoramiento de la especie humana, la eugenesia, habrían triunfado en el terreno político transformando la realidad por completo. Entre varios factores, Urzaiz muestra cómo el preparar hombres para ser depositarios de óvulos fecundados (en la cavidad abdominal, debajo del peritoneo) habría de modificar el desarrollo del feto, mejorando las condiciones psico-fisiológicas del producto. Los hombres sólo funcionaban como depósito del producto, pues la fecundación se llevaba a cabo a la antigüita para luego ser extirpada de la mujer.
Los hombres embarazados son ilustrados por Urzaiz con imágenes de hombres gordos y pelones, vestidos con túnicas, que han mermado su naturaleza viril en aras de la incubación de la nueva especie. Con esto, la figuración utópica sobre el embarazo masculino alcanza una concreción muy elemental, el hombre puede gestar mejor un feto que una mujer, pues ha elevado la ciencia al grado de modificar su propia naturaleza y, por ende, la del producto mejorado. Cumplida su labor de “vientre” sustituto los portadores eran llevados a cesáreas colectivas y vueltos a las condiciones de preparación hormonal, pues, de quererlo, serían de nuevo requeridos. Lo que lleva a Urzaiz a describir cómo es una sociedad sin familias donde los nuevos ciudadanos son todos solo hijos del estado gestados en vientres prestados. Así un vientre subrogado es la condición de posibilidad de una verdadera revolución; una que va del embarazo masculino a la desfamilirización de la sociedad. ¿Qué referentes, a más de noventa años, puede darnos sobre el tema de la maternidad subrogada la distópica de Eugenia? Lo que no podemos dudar es que en algo, en nuestro año bicentenario, este tipo de reconocimientos jurídicos son vistos por el imaginario colectivo con un alcance de mayor escala, lo que explica la fobia conservadora al respecto. Todo esto, tal vez, con expectativas semejantes a las del mismo Urzaiz, de ahí lo espeso de los debates pro o anti “maternidades subrogadas”. vargasparra@gmail.com
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