De la retórica del milenio y sus avatares

CMXCIX.

domingo, 11 de julio de 2010

El juego del hombre: El ritual de la virilidad o la crónica del sexo






Por fin, para fortuna de muchos y para desgracia de otros, hoy es la gran final del Mundial de Futbol Sudáfrica 2010. Después de varios meses de intensa actividad panbolera se llega hoy al último día del imperio futbolístico en los medios de comunicación. Luego de este fin de semana la mayoría de los hombres se desprenderán de la caja idiota que acompañaba sus jornadas laborales (ya que habrá otros que continúen con las televisiones en sus centros de trabajo para ver novelas, caricaturas o alguna receta de chile poblano) y con ello la cotidianidad vuelve a tomar su curso. Así, regresan a la calma los hogares, al esfumarse la masculinización exacerbada de los horarios nocturnos y los diferentes clubes de Tobi que todas las cadenas televisivas formaron entorno al evento. Para decirlo de una vez, los hombres vuelven a lo suyo pues el ritual de la virilidad se da por concluido.


Así es, todos los hombres del mundo contamos cada cuatro años de casi un mes de egolatría masculina gracias a la tremenda carga simbólica con que el afamado deporte del hombre cuenta. Y es que lo queramos o no todos nos vemos involucrados en dicha ritualización del género. Se trata de un lenguaje construido a través de los años que pone de manifiesto una afirmación constante de los iconos más reconocidos de la virilidad occidental .A estas alturas ya es imposible rendir cuentas de cómo y donde se generan estas metáforas de la masculinidad en el futbol pero toda la mercadotecnia y el pueblo coinciden en dejar claro que este es el juego del hombre. Futbol y hombría terminan siendo ejes de la cultura deportiva. Desde que el deporte comenzó a acaparar el ocio de los trabajadores de forma disciplinar en los albores del siglo pasado, se halló en tal conducta un perfecto pretexto para conducir los ratos de descanso laboral hacia un habito de reforzamiento de la mentalidad competitiva, la capacidad de organización colectiva y, de paso, la reafirmación de los caracteres sexuales que potencian la diferenciación de los géneros. Ya validado como actividad formativa entró por la puerta grande en los planes de estudio de la SEP durante los veinte. Fue así como se comenzó a subrayar la relevancia de los deportes como el béisbol, el voleibol y el futbol como especialidades para niños pues acentuaba el desarrollo pleno de su carácter sexual como agentes de acción social, aunque siempre se practicaran en ambos sexos. Lo que se comenzó a fraguar mediante la educación física de esta época fue la distinción de las actividades deportivas por género pues las niñas quedaban distanciadas de los deportes de conjunto conforme crecían, insistiendo los maestros en que ellas debían de jugar cosas que las llevaran a la práctica de los quehaceres domésticos y la crianza de los hijos.


Esto es la crónica del deporte viril en la educación básica. Ni hablar ya de cómo en la profesionalización del futbol la imagen de los equipos fue acentuándose bajo los apodos y mascotas que sentenciaban a esta práctica como el ejercicio de los hombres para los hombres. La prensa le entró a este ritual de iniciación en los clubes de hombría y abrió la brecha para la consagración de los jefes de estas castas como héroes cargados de esencias masculinas tal como los atletas del viejo y poco antes renovado espíritu olímpico: “los más altos, más fuertes y más rápidos”. Con esto, pensadores contemporáneos rescataban las añejas frases de Ortega y Gasset quien pudo ver en la incipiente práctica deportiva de su tiempo la comprobación de sus teorías sobre el origen del estado social como la transformación de las grandes castas de salvajes en civilizados clubes de jóvenes, cuya principal actividad era hacer deportes que emulaban los quehaceres del hombre. Así el sistema productor de metáforas viriles fue cuadrando con la necesidad de un sistema económico globalizado, y los países restringieron el campo del ritual masculino a la exclusividad del futbol. Con todo, hombría, virilidad y carácter se transformaron en el rasgo principal que las potencias pedían a los equipos novatos en el mundial del futbol. De tal suerte, desde entonces, equipo que no llega lejos en la justa es un equipo que le falta carácter, agallas o, en mexicano, “huevos”.


Vemos, pues, como ya pasados los años esto sigue siendo uso del discurso. Digo, seguimos escuchando el reclamo de toda la banda futbolera de cada país eliminado de que no ganaron por que les falta carácter a sus muchachos. Y por carácter entiéndase hombría…” Se achican” dicen los expertos sentaditos en sus mesas de debate. Con esto, se provoca la frustración del espectador promedio que devorado por este lenguaje de virilidad termina cuestionándose cómo un país de puros machos como México nunca se pasa de octavos y en otros equipos donde los metro sexuales se multiplican, se pelean el depilador de cejas, se peinan entre cada jugada y posan en calzones cual flor más bella del ejido terminan disputándose la copa de mundo. No, no nos hagamos, este ritual de machos, este juego del hombre tiene sus deficiencias y muestra que toda esta palabrería sexista se queda sólo ahí, en las crónicas y opiniones de la mera costumbre. Leía apenas un bello y divertido texto de Monsiváis que como en casi toda su obra se torna crítico e irónico con estas sentencias de machos. Viene muy a cuento con este tema pues el recientemente finado Carlitos transcribe una entrevista a un psiquiatra que califica al futbol en términos sexuales:

-¿Cuál es la simbología del futbol?

-Platicaba con unos amigos médicos al respecto. Creemos que la mujer es la pelota, que puede mover por donde se le quiere ¿verdad?, se revela y de ahí que haya tiros fuera del marco. El portero es muy espectacular, con marcada tendencia homosexual. El gol es la mujer que se logra anidar en la red ( el útero) custodiado por la mamá (el portero)…El gambetero es, quizás, el más masculino de todo el futbol. Pasa a la mujer frente a l a rival: “tómala, es tuya, pero antes tienes que quitármela”.

Quizás luego de leer esto entandamos el impacto que llegan a tener en este lenguaje dos cosas:

  1. Alguien falla un penal cuando tiene problemas de erección o es eyaculador precoz
  2. La culpa del escaso espectáculo y falta de goles en este mundial se la debemos a que muy pocas selecciones consideraron la abstinencia sexual antes de cada juego.

Con esta me despido para volver a preguntar si después de esto considerar un espectáculo donde una multitud mayoritariamente masculina observa a 23 hombres en calzoncillos retorcerse en el césped dos horas es en verdad el juego del hombre que tan virilmente recuerdan los cronistas de la televisión.

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